Para preparar castañas asadas perfectas, es fundamental incidir la cáscara externa de las castañas.
Este paso evita que los gases desarrollados durante la cocción las hagan “explotar” y favorece la separación entre la cáscara y la pulpa.
👉 Consejo útil: incide las castañas longitudinalmente, a lo largo de la curva del fruto.
Después de incidir, colócalas en la sartén perforada para castañas asadas y cocínalas al fuego, mezclándolas de vez en cuando para obtener una cocción uniforme por ambos lados.
Un antiguo secreto de la abuela: una vez cocidas, envuelve las castañas asadas en un paño de lana y déjalas reposar unos minutos.
Este simple gesto ayuda a quitar fácilmente la cáscara y mantiene las castañas calientes por más tiempo.
Luego puedes extraerlas una a una por una pequeña abertura del paño, ¡disfrutándolas aún humeantes!
En las casas campesinas de los Apeninos, las castañas asadas se preparaban en un recipiente de hierro con mango largo, colocado directamente sobre la llama viva.
La cáscara de las castañas se quemaba ligeramente, de ahí el nombre local “bruciati” o “brusé”.
La verdadera habilidad consistía en hacer girar las castañas con regularidad, tal como se hace con la pasta en la sartén, gracias al mango largo que permitía mantenerlas siempre en movimiento.
Para obtener castañas asadas crujientes por fuera y suaves por dentro, elige castañas de tamaño pequeño: se cocinan más rápidamente y de manera uniforme.
Las castañas italianas —como las de Castel del Rio IGP, Mugello, Cuneo o los Montes Sibilinos— son ideales para este tipo de preparación gracias a su dulzura y consistencia.
¡Puedes disfrutar de las castañas asadas todo el año!
Basta con congelar las castañas después de incidir la cáscara y conservarlas en el congelador.
Cuando quieras, podrás cocinarlas directamente congeladas para tener castañas asadas aromáticas incluso fuera de temporada.