La castaña fresca se puede consumir tanto cruda como cocida, se sugiere dejar secar el producto, si es posible al sol, durante algunos días antes de consumirlo para realzar el sabor y la dulzura del producto.
El método más sencillo es guardarlas en el refrigerador, en el compartimento de frutas y verduras (a unos 2–3 °C), dentro de bolsas transpirables, como las de yute o papel.
De esta manera, se mantienen frescas durante aproximadamente un mes.
Una opción eficaz es el secado. Después de lavarlas, se deben extender al sol (o en un horno a baja temperatura) durante varias semanas o incluso meses, removiéndolas con frecuencia hasta que queden completamente deshidratadas. Una vez secas, pueden conservarse en recipientes herméticos durante unos
Antiguamente se utilizaba una técnica tradicional llamada ricciaia. Las castañas, aún dentro de sus erizos, se amontonaban y se cubrían con material vegetal húmedo, como hojas o helechos. Esta cobertura natural favorecía una ligera fermentación que permitía mantener las castañas frescas y en buen estado durante varios meses.